/ sábado 10 de noviembre de 2018

Casos y cosas de la experiencia | Confieso que he vivido


“Me pareció que la vida me hacía una advertencia y me enseñaba para siempre una lección: la lección del honor escondido, de la fraternidad que no conocemos, de la belleza que florece en la oscuridad.”

(Pablo Neruda)

Hace unos meses leí el artículo “Me cansé de pelear contra WhatsApp y Facebook: renuncio”, de Leonardo Haberkorn, profesional y maestro uruguayo. Es una carta que expresa su molestia, enfado y enojo por la apatía y distracción que provocan las redes sociales en los estudiantes.

Basta observar las aulas y a sus visitantes para recordar este artículo, que describe tan detalladamente el acontecer diario en el mundo académico, y también en las empresas donde se imparte capacitación y adiestramiento al personal: los asistentes están ahí, pero absortos en sus celulares.

En esta sociedad del espectáculo, es vital para las personas estar conectadas en cualquier momento, dar like, hacer un comentario o “robar” un post. Sí, es difícil estar concentrado en una actividad en el aula de clase o en una sala de capacitación.

Debo confesar que, en múltiples ocasiones, he pensado en renunciar a esta tarea, pero luego cambio de parecer cuando me pregunto: ¿para qué realizo esta actividad?, ¿cuál es el propósito? Entonces se renueva mi fe en la labor de educar y formar a las personas interesadas.

He aprendido a utilizar diversas herramientas tecnológicas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, reviso estrategias y tácticas para hacer atractivas las sesiones, incluyo anécdotas, busco crear el aprendizaje con los asistentes. Además, utilizo hasta el juego, es decir, detecto a algún absorto y le solicito que busque en tal dirección electrónica un punto sobre el tema que revisamos. Hay ocasiones que termino cansado y fastidiado.

Lo que refuerza mi motivación hacia este quehacer es recordar a los maestros que influyeron en mí. Revivo mis experiencias en clase con ellos, reconozco su pasión por enseñar, el contacto con sus estudiantes, las palabras de aliento en el momento justo… éramos varios los tremendos en el aula.

Entonces vienen a mi mente las imágenes de mis profesores: Carmelita Anguiano, Joaquín Vásquez, Óscar Palacios, Celia Patricia Muldoon y Pilar Ocampo, entre otros, que aportaron su granito de arena a mi interés por estudiar, leer, buscar nuevos caminos y emular la tarea emprendida por ellos. Gracias por ese regalo y sus lecciones que tengo tan presentes.

Agradezco y reconozco la valentía y el arrojo de Leonardo Haberkorn, por compartir su sentir y pensar respecto a lo que sucede a su alrededor y con los estudiantes. Aún no renuncio, aunque es desgastante trabajar en ese contexto. Lo que en algún momento he utilizado en el proceso de enseñanza-aprendizaje es el diálogo, la confrontación, la reflexión y hasta los celulares.

En conclusión, estoy aprendiendo con mis estudiantes a utilizar apps, obtener mejores beneficios de mi celular, compartir información con ellos a través de diversos medios. Es todo un reto desarrollar habilidades nuevas para el proceso de enseñanza-aprendizaje, porque ahora la atención está en el estudiante y sus necesidades.

Es preciso trabajar en un enfoque triple para atraer a los alumnos: favorecer el autoconocimiento, el autocontrol de las emociones y un pensamiento sistémico, para que ellos encuentren lo que le da sentido a su vida, y disfruten con pasión lo que hacen.

Los docentes tendremos más retos y desafíos en esta nueva era, pues requerimos desarrollar habilidades sociales (comunicación efectiva, escucha activa, asertividad, solución de problemas, manejo de conflictos, retroalimentación y creatividad, entre otras), para acompañar a los estudiantes en su formación.

Hasta la próxima, buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu.Psicólogo y psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com



“Me pareció que la vida me hacía una advertencia y me enseñaba para siempre una lección: la lección del honor escondido, de la fraternidad que no conocemos, de la belleza que florece en la oscuridad.”

(Pablo Neruda)

Hace unos meses leí el artículo “Me cansé de pelear contra WhatsApp y Facebook: renuncio”, de Leonardo Haberkorn, profesional y maestro uruguayo. Es una carta que expresa su molestia, enfado y enojo por la apatía y distracción que provocan las redes sociales en los estudiantes.

Basta observar las aulas y a sus visitantes para recordar este artículo, que describe tan detalladamente el acontecer diario en el mundo académico, y también en las empresas donde se imparte capacitación y adiestramiento al personal: los asistentes están ahí, pero absortos en sus celulares.

En esta sociedad del espectáculo, es vital para las personas estar conectadas en cualquier momento, dar like, hacer un comentario o “robar” un post. Sí, es difícil estar concentrado en una actividad en el aula de clase o en una sala de capacitación.

Debo confesar que, en múltiples ocasiones, he pensado en renunciar a esta tarea, pero luego cambio de parecer cuando me pregunto: ¿para qué realizo esta actividad?, ¿cuál es el propósito? Entonces se renueva mi fe en la labor de educar y formar a las personas interesadas.

He aprendido a utilizar diversas herramientas tecnológicas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, reviso estrategias y tácticas para hacer atractivas las sesiones, incluyo anécdotas, busco crear el aprendizaje con los asistentes. Además, utilizo hasta el juego, es decir, detecto a algún absorto y le solicito que busque en tal dirección electrónica un punto sobre el tema que revisamos. Hay ocasiones que termino cansado y fastidiado.

Lo que refuerza mi motivación hacia este quehacer es recordar a los maestros que influyeron en mí. Revivo mis experiencias en clase con ellos, reconozco su pasión por enseñar, el contacto con sus estudiantes, las palabras de aliento en el momento justo… éramos varios los tremendos en el aula.

Entonces vienen a mi mente las imágenes de mis profesores: Carmelita Anguiano, Joaquín Vásquez, Óscar Palacios, Celia Patricia Muldoon y Pilar Ocampo, entre otros, que aportaron su granito de arena a mi interés por estudiar, leer, buscar nuevos caminos y emular la tarea emprendida por ellos. Gracias por ese regalo y sus lecciones que tengo tan presentes.

Agradezco y reconozco la valentía y el arrojo de Leonardo Haberkorn, por compartir su sentir y pensar respecto a lo que sucede a su alrededor y con los estudiantes. Aún no renuncio, aunque es desgastante trabajar en ese contexto. Lo que en algún momento he utilizado en el proceso de enseñanza-aprendizaje es el diálogo, la confrontación, la reflexión y hasta los celulares.

En conclusión, estoy aprendiendo con mis estudiantes a utilizar apps, obtener mejores beneficios de mi celular, compartir información con ellos a través de diversos medios. Es todo un reto desarrollar habilidades nuevas para el proceso de enseñanza-aprendizaje, porque ahora la atención está en el estudiante y sus necesidades.

Es preciso trabajar en un enfoque triple para atraer a los alumnos: favorecer el autoconocimiento, el autocontrol de las emociones y un pensamiento sistémico, para que ellos encuentren lo que le da sentido a su vida, y disfruten con pasión lo que hacen.

Los docentes tendremos más retos y desafíos en esta nueva era, pues requerimos desarrollar habilidades sociales (comunicación efectiva, escucha activa, asertividad, solución de problemas, manejo de conflictos, retroalimentación y creatividad, entre otras), para acompañar a los estudiantes en su formación.

Hasta la próxima, buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu.Psicólogo y psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com