/ viernes 27 de septiembre de 2019

Casos y cosas de la experiencia | Dilema de la pareja

Sexta parte

“Vivir en pareja implica hacerlo con la disposición a un entrenamiento constante”.

He vivido unos días tremendamente interesantes, por las múltiples oportunidades que he tenido de reflexionar sobre la pareja de hoy. Resulta desafiante coincidir, vivir y compartir experiencias al lado de otra persona, sin que medie un vínculo consanguíneo, una historia compartida o un origen común.

En el primer encuentro se produce un choque de cultura, creencias, ideas y costumbres que provienen de sistemas familiares diferentes. Por consiguiente, representa una gran aventura, porque se comparte la unión física, emocional, espiritual e intelectual de un ser humano distinto.

Podemos apreciar la transformación de la pareja, las vicisitudes que enfrenta a diario respecto a las expectativas de cada miembro, de sus familias de referencia y de la sociedad en general. La pregunta es si hoy la pareja está en crisis o si existe crisis en la pareja.

Esto conduce a pensar en los nuevos rostros de la pareja. Es decir, en los escenarios que muestra, debido al proceso de diversificación. El siglo pasado, cuando se pensaba en una pareja venía a la mente la imagen de un hombre y una mujer que decidían unir sus vidas y destinos, en el marco de algún acuerdo civil o rito religioso.

El propósito de dicha unión era integrar una familia y tener hijos; uno de los cambios fue la reducción del número de sus integrantes. A partir de la década de 1990, en varias latitudes de nuestro mundo se empezó a manifestar otro tipo de pareja: la legalización de la unión conyugal entre personas del mismo sexo.

Las consecuencias de esto han sido ajustes importantes en la legislación, que permiten configuraciones nuevas de familia, con necesidades y características que nos invita a conocer, comprender y aceptar un escenario nuevo. Es difícil sortear estos cambios en la sociedad, demanda de nosotros un conocimiento profundo de la transformación a escala global en el plano de la pareja.

Ser profesional de la psicología y psicoterapia implica trabajar arduamente para construir redes de apoyo, y así fortalecer a la pareja y a sus miembros. Podemos apreciar las estadísticas de matrimonios versus separaciones y divorcios en nuestra comunidad más cercana.

Ahora hay familias monoparentales que asisten a consulta, es decir, papás con hijos o mamás con hijos. Esto como resultado de la disolución de la pareja hasta cierto punto “convencional”, integrada por medio de matrimonio, unión libre u otra forma de relación. Estas separaciones traen consigo dolor y sufrimiento, que impacta toda nuestra vida.

Por ello necesitamos crear un esquema de apoyo y fortalecimiento, para esas personas que decidieron disolver su relación, y permitirles vivir su duelo y salir adelante, para que así vuelvan a tener la experiencia de ser pareja, y mayor claridad acerca de las implicaciones de esta suerte de vida.

Entonces, ¿por qué terminan las parejas en psicoterapia? Porque ahora su convivencia les provoca sufrimiento, acumulación de necesidades insatisfechas, expectativas no cumplidas y resentimientos que conducen a un callejón sin salida.

Ciertamente se perdieron en el camino. Incluso pueden olvidar que alguna vez se quisieron o amaron. Por lo tanto, se manifiesta una vulnerabilidad que atenta contra su intimidad, afecta su comportamiento emocional, aflora un sentimiento de culpa, porque se han dañado mutuamente, y también la vida erótica se lastima o desaparece.

¿Qué es una pareja? Es la unión de dos personas que, ya sea que vivan juntas o no, establecen un contacto y la suma de experiencias que las enriquece, porque decidieron comprometerse para compartir una vida erótica y un proyecto conjunto.

En una relación de pareja hay que definir los límites, utilizar el control, manejar el poder y, sobre todo, reforzar continuamente el compromiso de apoyarse para crecer y madurar juntos. Finalmente, vivir en pareja implica estar dispuesto a estar en un entrenamiento constante, para afrontar los vendavales del cambio en todas las etapas de la vida.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta

ignacio.lovio@gmail.com

Sexta parte

“Vivir en pareja implica hacerlo con la disposición a un entrenamiento constante”.

He vivido unos días tremendamente interesantes, por las múltiples oportunidades que he tenido de reflexionar sobre la pareja de hoy. Resulta desafiante coincidir, vivir y compartir experiencias al lado de otra persona, sin que medie un vínculo consanguíneo, una historia compartida o un origen común.

En el primer encuentro se produce un choque de cultura, creencias, ideas y costumbres que provienen de sistemas familiares diferentes. Por consiguiente, representa una gran aventura, porque se comparte la unión física, emocional, espiritual e intelectual de un ser humano distinto.

Podemos apreciar la transformación de la pareja, las vicisitudes que enfrenta a diario respecto a las expectativas de cada miembro, de sus familias de referencia y de la sociedad en general. La pregunta es si hoy la pareja está en crisis o si existe crisis en la pareja.

Esto conduce a pensar en los nuevos rostros de la pareja. Es decir, en los escenarios que muestra, debido al proceso de diversificación. El siglo pasado, cuando se pensaba en una pareja venía a la mente la imagen de un hombre y una mujer que decidían unir sus vidas y destinos, en el marco de algún acuerdo civil o rito religioso.

El propósito de dicha unión era integrar una familia y tener hijos; uno de los cambios fue la reducción del número de sus integrantes. A partir de la década de 1990, en varias latitudes de nuestro mundo se empezó a manifestar otro tipo de pareja: la legalización de la unión conyugal entre personas del mismo sexo.

Las consecuencias de esto han sido ajustes importantes en la legislación, que permiten configuraciones nuevas de familia, con necesidades y características que nos invita a conocer, comprender y aceptar un escenario nuevo. Es difícil sortear estos cambios en la sociedad, demanda de nosotros un conocimiento profundo de la transformación a escala global en el plano de la pareja.

Ser profesional de la psicología y psicoterapia implica trabajar arduamente para construir redes de apoyo, y así fortalecer a la pareja y a sus miembros. Podemos apreciar las estadísticas de matrimonios versus separaciones y divorcios en nuestra comunidad más cercana.

Ahora hay familias monoparentales que asisten a consulta, es decir, papás con hijos o mamás con hijos. Esto como resultado de la disolución de la pareja hasta cierto punto “convencional”, integrada por medio de matrimonio, unión libre u otra forma de relación. Estas separaciones traen consigo dolor y sufrimiento, que impacta toda nuestra vida.

Por ello necesitamos crear un esquema de apoyo y fortalecimiento, para esas personas que decidieron disolver su relación, y permitirles vivir su duelo y salir adelante, para que así vuelvan a tener la experiencia de ser pareja, y mayor claridad acerca de las implicaciones de esta suerte de vida.

Entonces, ¿por qué terminan las parejas en psicoterapia? Porque ahora su convivencia les provoca sufrimiento, acumulación de necesidades insatisfechas, expectativas no cumplidas y resentimientos que conducen a un callejón sin salida.

Ciertamente se perdieron en el camino. Incluso pueden olvidar que alguna vez se quisieron o amaron. Por lo tanto, se manifiesta una vulnerabilidad que atenta contra su intimidad, afecta su comportamiento emocional, aflora un sentimiento de culpa, porque se han dañado mutuamente, y también la vida erótica se lastima o desaparece.

¿Qué es una pareja? Es la unión de dos personas que, ya sea que vivan juntas o no, establecen un contacto y la suma de experiencias que las enriquece, porque decidieron comprometerse para compartir una vida erótica y un proyecto conjunto.

En una relación de pareja hay que definir los límites, utilizar el control, manejar el poder y, sobre todo, reforzar continuamente el compromiso de apoyarse para crecer y madurar juntos. Finalmente, vivir en pareja implica estar dispuesto a estar en un entrenamiento constante, para afrontar los vendavales del cambio en todas las etapas de la vida.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta

ignacio.lovio@gmail.com