/ viernes 13 de noviembre de 2020

Casos y cosas de la experiencia | ¿Dónde están…?

Un día alguien te abrazará tan fuerte que todas tus piezas rotas volverán a integrarse.

La mañana está fresca, silenciosa e invita a la reflexión. La compañía es perfecta: una taza de café, el murmullo de música selecta y el espacio propicio, para sentir y pensar en lo que significa un abrazo. ¿Dónde están los abrazos?, ¿a dónde se han ido?, ¿quién los ha raptado? Esto me evoca una frase de Maya Angelou: “Cada día deberías acercarte a alguien y tocarlo. La gente ama un abrazo cálido o una palmadita amigable en la espalda”.

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Un abrazo es un gesto que guarda la intención de comunicar un sentimiento o algo más, en una forma íntima y sin palabras; es un acto visible y maravilloso. Mientras fluía mi reflexión, me percaté de que en este tiempo de pandemia se han reducido los contactos; ahora hay obstáculos para abrazarnos, en aras de cuidarnos y observar los protocolos de salud.

Vivimos en una sociedad tecnológica y conectada por las redes sociales, ligados a tantas personas que intentamos descubrir a través de un mensaje escrito o de audio. Sin embargo, agradezco que persista el deseo de dar un abrazo, pues es uno de los gestos más antiguos, que generan paz y afecto. Quiero sentir esa conexión con otra persona, ya sea íntima o no. Es hermoso abrazar, porque brinda satisfacción emocional y física al que lo hace; también es bello aceptar un abrazo, porque es probable que su influencia sea espectacular para quien lo recibe. Ya que un abrazo puede reducir la ansiedad, generar bienestar o llenar de paz el diario vivir.

Un abrazo representa encuentro, reconciliación, perdón, paz y muchas otras cosas; cada persona puede darle su significado. Ahora recuerdo abrazos jubilosos, recibidos en momentos de alegría por los logros alcanzados; también los reconfortantes y sentidos, que consuelan ante las pérdidas, y otros que conllevan el simple deseo de manifestarle a alguna persona que es significativa.

Un abrazo puede revelar vulnerabilidad, sensibilidad y apertura al afecto; es un gesto maravilloso. También existen abrazos decepcionantes, es decir, faltos de sinceridad o cuyo propósito es incierto. Hay abrazos que resetean el cuerpo, nutren y nos truenan los huesos; otros sofocan, limitan y ahogan toda posibilidad de libertad, y también existen los que son vehículo para la reconciliación y el perdón. Éstos pueden convertirse en el acto más hermoso del día, para expresar sin palabras lo que se siente por alguien o recibir el impulso para gozar de un nuevo día.

Por ello me autoabrazo, aunque parezca algo disparatado; puedo abrazarme y agradecer ese contacto personal. También es posible enviarle un ciberabrazo a alguien, aunque sea algo impersonal, para decirle que es importante para mí, y eso quizá contribuya a alegrarle el día. Los abrazos proporcionan bienestar físico y emocional; intenta, con las precauciones adecuadas, gozar de ese gesto hermoso.

El abrazo es una necesidad universal que nos une e integra a todos, tanto física como emocionalmente. Virginia Satir, terapeuta familiar, decía: “Necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir. Ocho diariamente para mantenerse vivos y doce abrazos al día para crecer”.

El silencio de la mañana y el espacio que disfruto me permitieron gozar este momento que les comparto. Recuerdo los abrazos oportunos de tanta gente querida, de compañeros de viaje, de las personas que he acompañado en su proceso psicoterapéutico, los de reconocimiento de logros, los de mis hijos y amigos. Es un privilegio disfrutar esos encuentros que nutren el alma.

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Existen estudios científicos sobre el valor del abrazo. Indaga y verás que lo expresado aquí tiene sentido. ¿Cómo es posible que algo tan simple y tan sencillo sea tan necesario? Para Bill Keane, “un abrazo es como un búmeran, regresa a ti inmediatamente”.

Buen fin de semana… Convida-20.

Un día alguien te abrazará tan fuerte que todas tus piezas rotas volverán a integrarse.

La mañana está fresca, silenciosa e invita a la reflexión. La compañía es perfecta: una taza de café, el murmullo de música selecta y el espacio propicio, para sentir y pensar en lo que significa un abrazo. ¿Dónde están los abrazos?, ¿a dónde se han ido?, ¿quién los ha raptado? Esto me evoca una frase de Maya Angelou: “Cada día deberías acercarte a alguien y tocarlo. La gente ama un abrazo cálido o una palmadita amigable en la espalda”.

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Un abrazo es un gesto que guarda la intención de comunicar un sentimiento o algo más, en una forma íntima y sin palabras; es un acto visible y maravilloso. Mientras fluía mi reflexión, me percaté de que en este tiempo de pandemia se han reducido los contactos; ahora hay obstáculos para abrazarnos, en aras de cuidarnos y observar los protocolos de salud.

Vivimos en una sociedad tecnológica y conectada por las redes sociales, ligados a tantas personas que intentamos descubrir a través de un mensaje escrito o de audio. Sin embargo, agradezco que persista el deseo de dar un abrazo, pues es uno de los gestos más antiguos, que generan paz y afecto. Quiero sentir esa conexión con otra persona, ya sea íntima o no. Es hermoso abrazar, porque brinda satisfacción emocional y física al que lo hace; también es bello aceptar un abrazo, porque es probable que su influencia sea espectacular para quien lo recibe. Ya que un abrazo puede reducir la ansiedad, generar bienestar o llenar de paz el diario vivir.

Un abrazo representa encuentro, reconciliación, perdón, paz y muchas otras cosas; cada persona puede darle su significado. Ahora recuerdo abrazos jubilosos, recibidos en momentos de alegría por los logros alcanzados; también los reconfortantes y sentidos, que consuelan ante las pérdidas, y otros que conllevan el simple deseo de manifestarle a alguna persona que es significativa.

Un abrazo puede revelar vulnerabilidad, sensibilidad y apertura al afecto; es un gesto maravilloso. También existen abrazos decepcionantes, es decir, faltos de sinceridad o cuyo propósito es incierto. Hay abrazos que resetean el cuerpo, nutren y nos truenan los huesos; otros sofocan, limitan y ahogan toda posibilidad de libertad, y también existen los que son vehículo para la reconciliación y el perdón. Éstos pueden convertirse en el acto más hermoso del día, para expresar sin palabras lo que se siente por alguien o recibir el impulso para gozar de un nuevo día.

Por ello me autoabrazo, aunque parezca algo disparatado; puedo abrazarme y agradecer ese contacto personal. También es posible enviarle un ciberabrazo a alguien, aunque sea algo impersonal, para decirle que es importante para mí, y eso quizá contribuya a alegrarle el día. Los abrazos proporcionan bienestar físico y emocional; intenta, con las precauciones adecuadas, gozar de ese gesto hermoso.

El abrazo es una necesidad universal que nos une e integra a todos, tanto física como emocionalmente. Virginia Satir, terapeuta familiar, decía: “Necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir. Ocho diariamente para mantenerse vivos y doce abrazos al día para crecer”.

El silencio de la mañana y el espacio que disfruto me permitieron gozar este momento que les comparto. Recuerdo los abrazos oportunos de tanta gente querida, de compañeros de viaje, de las personas que he acompañado en su proceso psicoterapéutico, los de reconocimiento de logros, los de mis hijos y amigos. Es un privilegio disfrutar esos encuentros que nutren el alma.

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Existen estudios científicos sobre el valor del abrazo. Indaga y verás que lo expresado aquí tiene sentido. ¿Cómo es posible que algo tan simple y tan sencillo sea tan necesario? Para Bill Keane, “un abrazo es como un búmeran, regresa a ti inmediatamente”.

Buen fin de semana… Convida-20.