/ viernes 3 de abril de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Mi vida en grupos

“… uno no encuentra una relación: uno crea una relación”.

Ahora les comparto mis actividades en los grupos familiares, sociales, profesionales y de amigos a los que pertenezco. Una de las características importantes de ellos es la confianza, ya que eso permite ser vulnerable a los procesos que se viven internamente.

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El rasgo sobresaliente de los grupos terapéuticos y de apoyo es la confidencialidad, una regla vital que es estimulante y promueve el crecimiento y desarrollo de los participantes. Esto es así porque lo que suceda en el grupo, se queda ahí, resguardado celosamente por cada uno.

Como psicoterapeuta, trabajo con colegas que están enfocados en su preparación continua para ofrecer un mejor servicio profesional. En esos momentos de encuentro solemos acompañarnos para resolver nuestros conflictos emocionales y aprender a identificar alternativas que nos impulsen al crecimiento. Todo esto resulta gratificante porque disfrutamos la camaradería, y aprendemos juntos a nuestro propio ritmo.

Estos grupos de trabajo han contribuido a solventar momentos de crisis, soledad, dudas, dolor, tristeza y frustración. Por supuesto que también se vuelven nutricios, y nos fortalecen para enfrentar los desafíos que atañen a nuestra profesión.

También pertenezco a un grupo de colegas en el ramo de la consultoría y docencia, en el que intercambiamos conocimientos, técnicas, herramientas y sobre todo experiencias profesionales que nos enriquecen en nuestro quehacer. Ahí estamos prestos a compartir los éxitos y fracasos, los cuales se traducen en lecciones significativas.

Este grupo también es vital porque compartimos sueños, alegrías, tristezas, logros y pérdidas. Además, hemos establecido un vínculo importante que nos aporta la certeza de que podemos contar unos con otros. La relación creada está sustentada en la confianza, transparencia, afecto y confidencialidad.

Durante estos días nos hemos conectado vía plataformas digitales, para charlar sobre diversos temas de interés. Ha resultado divertido porque cada vez descubrimos alternativas nuevas para estar cerca y expresarnos el afecto mutuo. Por supuesto que esto no sustituye el abrazo fraternal, esa caricia tierna y el beso de bienvenida y despedida.

Lo anterior me condujo a reflexionar sobre los servicios de psicoterapia que se ofrecen por Skype, videollamada, zoom, etcétera. Confieso que hace tiempo me resistía a utilizar estas herramientas, sin embargo, mi perspectiva cambió gracias a que una persona de fuera solicitó mi acompañamiento profesional por estos medios, pues le resultaba difícil viajar cada semana a su sesión.

El uso de la tecnología es cada vez más aceptable para continuar un proceso psicoterapéutico, claro que esto nos permite seleccionar a las personas que atenderemos. Desde luego, no podría hacerlo con aquéllas gravemente afectadas y que necesitan hospitalización y medicación.

El formato de plataformas nos ofrece a los psicoterapeutas y a quienes necesiten nuestros servicios establecer una conexión por video, videollamada y, en ocasiones, enviar y recibir mensajes. Este tipo de recursos se va ampliando generosamente. Es cierto que no es igual una sesión cara a cara, sin embargo, son recursos adicionales para estar con la persona que nos necesita. Esto implica que, como psicoterapeutas, estemos debidamente calificados para brindar la atención, y que el encuentro sea más personal. Ahora estoy en un par de grupos, para apoyarnos y sortear esta contingencia sanitaria, y estar disponibles.

Somos compañeros de viaje y es preciso utilizar las herramientas disponibles para caminar juntos hacia el objetivo establecido. Por ello, como afirma I. D. Yalom: “… uno no encuentra una relación: uno crea una relación.” Agradezco a estos grupos su compañía y afecto prodigado por tantos años.

Buen fin de semana… Quédate en casa.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta.

ignacio.lovio@gmail.com


“… uno no encuentra una relación: uno crea una relación”.

Ahora les comparto mis actividades en los grupos familiares, sociales, profesionales y de amigos a los que pertenezco. Una de las características importantes de ellos es la confianza, ya que eso permite ser vulnerable a los procesos que se viven internamente.

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El rasgo sobresaliente de los grupos terapéuticos y de apoyo es la confidencialidad, una regla vital que es estimulante y promueve el crecimiento y desarrollo de los participantes. Esto es así porque lo que suceda en el grupo, se queda ahí, resguardado celosamente por cada uno.

Como psicoterapeuta, trabajo con colegas que están enfocados en su preparación continua para ofrecer un mejor servicio profesional. En esos momentos de encuentro solemos acompañarnos para resolver nuestros conflictos emocionales y aprender a identificar alternativas que nos impulsen al crecimiento. Todo esto resulta gratificante porque disfrutamos la camaradería, y aprendemos juntos a nuestro propio ritmo.

Estos grupos de trabajo han contribuido a solventar momentos de crisis, soledad, dudas, dolor, tristeza y frustración. Por supuesto que también se vuelven nutricios, y nos fortalecen para enfrentar los desafíos que atañen a nuestra profesión.

También pertenezco a un grupo de colegas en el ramo de la consultoría y docencia, en el que intercambiamos conocimientos, técnicas, herramientas y sobre todo experiencias profesionales que nos enriquecen en nuestro quehacer. Ahí estamos prestos a compartir los éxitos y fracasos, los cuales se traducen en lecciones significativas.

Este grupo también es vital porque compartimos sueños, alegrías, tristezas, logros y pérdidas. Además, hemos establecido un vínculo importante que nos aporta la certeza de que podemos contar unos con otros. La relación creada está sustentada en la confianza, transparencia, afecto y confidencialidad.

Durante estos días nos hemos conectado vía plataformas digitales, para charlar sobre diversos temas de interés. Ha resultado divertido porque cada vez descubrimos alternativas nuevas para estar cerca y expresarnos el afecto mutuo. Por supuesto que esto no sustituye el abrazo fraternal, esa caricia tierna y el beso de bienvenida y despedida.

Lo anterior me condujo a reflexionar sobre los servicios de psicoterapia que se ofrecen por Skype, videollamada, zoom, etcétera. Confieso que hace tiempo me resistía a utilizar estas herramientas, sin embargo, mi perspectiva cambió gracias a que una persona de fuera solicitó mi acompañamiento profesional por estos medios, pues le resultaba difícil viajar cada semana a su sesión.

El uso de la tecnología es cada vez más aceptable para continuar un proceso psicoterapéutico, claro que esto nos permite seleccionar a las personas que atenderemos. Desde luego, no podría hacerlo con aquéllas gravemente afectadas y que necesitan hospitalización y medicación.

El formato de plataformas nos ofrece a los psicoterapeutas y a quienes necesiten nuestros servicios establecer una conexión por video, videollamada y, en ocasiones, enviar y recibir mensajes. Este tipo de recursos se va ampliando generosamente. Es cierto que no es igual una sesión cara a cara, sin embargo, son recursos adicionales para estar con la persona que nos necesita. Esto implica que, como psicoterapeutas, estemos debidamente calificados para brindar la atención, y que el encuentro sea más personal. Ahora estoy en un par de grupos, para apoyarnos y sortear esta contingencia sanitaria, y estar disponibles.

Somos compañeros de viaje y es preciso utilizar las herramientas disponibles para caminar juntos hacia el objetivo establecido. Por ello, como afirma I. D. Yalom: “… uno no encuentra una relación: uno crea una relación.” Agradezco a estos grupos su compañía y afecto prodigado por tantos años.

Buen fin de semana… Quédate en casa.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicólogo y psicoterapeuta.

ignacio.lovio@gmail.com