/ sábado 16 de marzo de 2019

Casos y cosas de la experiencia | No pasa nada

“Siempre se puede aprender algo de la experiencia de otros, aunque realmente el momento llega cuando es uno mismo quien la vive y la puede integrar”.

(C. D.)


Hace unos días hice un alto en mi carrera diaria, y llamé a Mati para saludarla, y fue en el momento justo. Sí, era importante encontrarme con ella, para charlar y compartir los últimos acontecimientos que ambos hemos experimentado, y las lecciones aprendidas.

Recordé las ocasiones cuando habíamos coincidido, momentos inolvidables compartidos, y las tazas ardientes de café que terminaban frías, porque nos centrábamos en la charla.

Cuando llamé a Mati, estaba ansioso por escuchar su voz, pero el tiempo transcurrió y no respondió, sin embargo aguardaba la esperanza de coincidir con ella. Pasó un rato, y recibí su respuesta, que me alegró el corazón.

Decidimos encontrarnos y disfrutar de una cena y de nuestra merecida charla. Ella jugueteaba con su cabello largo, su sonrisa radiante y me hacía las bromas habituales. Nos fuimos poniendo al día de nuestras andanzas.

El clímax de la charla llegó cuando ella me comunicó una noticia que me dejó helado, no podía decir nada, me sentí petrificado, era imposible articular palabra. Esos momentos fueron terribles, recordaba tantas experiencias vividas y compartidas durante los años que tenemos de conocernos y acompañarnos.

De pronto volví a la conciencia de lo que expresaba, al momento en que me compartía que pronto tendría una cita médica para confirmar su diagnóstico: tenía cáncer por segunda vez… le tomé la mano, sentí su calor y observé su rostro, luego me dijo: “No pasa nada”. Este cabello servirá como peluca para algún paciente; su cabello es hermoso, y lo agitaba con suavidad.

Hubo un silencio breve, y después me compartió lo sucedido la vez anterior, las cosas que hizo para aligerar la carga y sobrellevar el tratamiento tan agresivo. Es una verdadera guerrera, dispuesta a servir a los demás, a cuidar a otros. Una mujer determinante y tierna, sensible y fuerte, amorosa y decidida a luchar por sí misma.

La cena terminó y nos dirigimos hacia los automóviles, cada uno tomaría su camino, con sus pensamientos y sentimientos, dolor y tristeza y, sobre todo, con el recuerdo de esos momentos extraordinarios.

Recibí un abrazo que fue un bálsamo para mi corazón, un caricia para mi alma y un hasta luego que nos compromete a estar ahí, juntos charlando de nuestras andanzas. Se despidió con una hermosa sonrisa y agitando la mano.

Partí a casa recordando cada instante de la conversación, cada gesto de ella, sobre todo su sonrisa. Lo más sobresaliente del encuentro fue la frase que me dijo cuando se percató de mi sorpresa, ante la noticia, y que se quedó retumbándome en la cabeza: “No pasa nada, no pasa nada”.

Es verdad, siempre podemos aprender algo de la experiencia de otros, aunque realmente el momento más significativo llega cuando es uno mismo quien la vive y la puede integrar. Conozco poco sobre el cáncer, no obstante hoy tengo un motivo más para aprender acerca de esta enfermedad. Es doloroso vivir inmerso en ella, lo afirmo por lo que Mati expresó: “Quiero salir adelante de nuevo, por múltiples motivos…” y los enumeró.

Esta experiencia me permitirá conocer paso a paso el proceso que vive una persona con cáncer, desde el diagnóstico hasta su recuperación o muerte. Sé que aprenderé mucho acerca de la vida y del cometido de vivir aquí y ahora.

No me estoy despidiendo de Mati, aunque en la vida vamos dejando atrás tantas cosas, que nos permiten avanzar a otro estadio de la existencia. Reconozco que estas vivencias fortalecen mi ser y no temo a la enfermedad ni a la muerte.

Volveré a verte y nos abrazaremos como siempre… Gracias por tu afecto y presencia en mi vida.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com

“Siempre se puede aprender algo de la experiencia de otros, aunque realmente el momento llega cuando es uno mismo quien la vive y la puede integrar”.

(C. D.)


Hace unos días hice un alto en mi carrera diaria, y llamé a Mati para saludarla, y fue en el momento justo. Sí, era importante encontrarme con ella, para charlar y compartir los últimos acontecimientos que ambos hemos experimentado, y las lecciones aprendidas.

Recordé las ocasiones cuando habíamos coincidido, momentos inolvidables compartidos, y las tazas ardientes de café que terminaban frías, porque nos centrábamos en la charla.

Cuando llamé a Mati, estaba ansioso por escuchar su voz, pero el tiempo transcurrió y no respondió, sin embargo aguardaba la esperanza de coincidir con ella. Pasó un rato, y recibí su respuesta, que me alegró el corazón.

Decidimos encontrarnos y disfrutar de una cena y de nuestra merecida charla. Ella jugueteaba con su cabello largo, su sonrisa radiante y me hacía las bromas habituales. Nos fuimos poniendo al día de nuestras andanzas.

El clímax de la charla llegó cuando ella me comunicó una noticia que me dejó helado, no podía decir nada, me sentí petrificado, era imposible articular palabra. Esos momentos fueron terribles, recordaba tantas experiencias vividas y compartidas durante los años que tenemos de conocernos y acompañarnos.

De pronto volví a la conciencia de lo que expresaba, al momento en que me compartía que pronto tendría una cita médica para confirmar su diagnóstico: tenía cáncer por segunda vez… le tomé la mano, sentí su calor y observé su rostro, luego me dijo: “No pasa nada”. Este cabello servirá como peluca para algún paciente; su cabello es hermoso, y lo agitaba con suavidad.

Hubo un silencio breve, y después me compartió lo sucedido la vez anterior, las cosas que hizo para aligerar la carga y sobrellevar el tratamiento tan agresivo. Es una verdadera guerrera, dispuesta a servir a los demás, a cuidar a otros. Una mujer determinante y tierna, sensible y fuerte, amorosa y decidida a luchar por sí misma.

La cena terminó y nos dirigimos hacia los automóviles, cada uno tomaría su camino, con sus pensamientos y sentimientos, dolor y tristeza y, sobre todo, con el recuerdo de esos momentos extraordinarios.

Recibí un abrazo que fue un bálsamo para mi corazón, un caricia para mi alma y un hasta luego que nos compromete a estar ahí, juntos charlando de nuestras andanzas. Se despidió con una hermosa sonrisa y agitando la mano.

Partí a casa recordando cada instante de la conversación, cada gesto de ella, sobre todo su sonrisa. Lo más sobresaliente del encuentro fue la frase que me dijo cuando se percató de mi sorpresa, ante la noticia, y que se quedó retumbándome en la cabeza: “No pasa nada, no pasa nada”.

Es verdad, siempre podemos aprender algo de la experiencia de otros, aunque realmente el momento más significativo llega cuando es uno mismo quien la vive y la puede integrar. Conozco poco sobre el cáncer, no obstante hoy tengo un motivo más para aprender acerca de esta enfermedad. Es doloroso vivir inmerso en ella, lo afirmo por lo que Mati expresó: “Quiero salir adelante de nuevo, por múltiples motivos…” y los enumeró.

Esta experiencia me permitirá conocer paso a paso el proceso que vive una persona con cáncer, desde el diagnóstico hasta su recuperación o muerte. Sé que aprenderé mucho acerca de la vida y del cometido de vivir aquí y ahora.

No me estoy despidiendo de Mati, aunque en la vida vamos dejando atrás tantas cosas, que nos permiten avanzar a otro estadio de la existencia. Reconozco que estas vivencias fortalecen mi ser y no temo a la enfermedad ni a la muerte.

Volveré a verte y nos abrazaremos como siempre… Gracias por tu afecto y presencia en mi vida.

Buen fin de semana.

José Ignacio Lovio Arvizu. Psicoterapeuta.

Correo: ignacio.lovio@gmail.com