/ viernes 28 de agosto de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Orden y caos

Entre más apertura haya a nuestros propias emociones y sentimientos, mayor disposición habrá para comprender lo que les sucede a los demás.
José Ignacio Lovio Arvizu.

Hace tiempo decidí abrir la caja de Pandora, y permití que fluyeran una a una mis emociones guardadas; algunas salieron en orden y otras emergieron desordenadas tropezándose entre sí.

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Experimenté a la vez el orden y el caos, porque sentí con intensidad emociones que no habían fluido; fue una experiencia extraordinaria, de una magnitud tal, que confieso que he sentido. Sí, el manejo de las emociones permite confrontarse, crecer, madurar y expresar con soltura lo que se vive en cada momento, sin que la razón pueda filtrarlas del todo. Como señala Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón ignora".

Este viaje personal hacia el centro enriqueció mi quehacer personal y profesional, descubrió vericuetos que me han brindado una perspectiva nueva de la vida. Agradezco esta oportunidad de aprender, desaprender y volver a aprender del proceso de sentir.

Muchas veces he participado en entrenamientos que me fortalecen como persona al igual que a mi actividad profesional, y continuaré haciéndolo. En ocasiones, en estos eventos encuentro la paz y busco el aislamiento, porque en soledad me ha sido posible integrar lo aprendido.

En esos encuentros he experimentado el orden y el caos, como lo he vivido durante algunos momentos en este confinamiento. No he viajado como lo hacía antes, me quedo en casa y en el encierro he permitido que mi cerebro explore otros caminos que me conducen a lugares inhóspitos e increíbles: orden y caos. He aprendido a darle la bienvenida a cada experiencia, ya que me siento a salvo, y si algo representa una amenaza dejo que fluya para liberarla.

Esto me ayuda para acompañar mejor y escuchar melodías alegres, tristes, nostálgicas, melancólicas y desesperanzadas de quienes buscan cada día mis servicios profesionales.

Les aseguro que cada vez resuenan con mayor claridad esas melodías, y recuerdo la forma en que cada persona se siente, identifica, comprende, acepta y maneja sus emociones y sentimientos.

No he vivido algunas de las experiencias que me han compartido, sin embargo, arriesgarme a explorar mis historias y melodías me ha reforzado el volver a creer en el poder de la emoción.

Lo anterior me recuerda un fragmento de la canción Volver a creer, interpretada por José José, que contiene un par de estrofas alentadoras: “…entrégate a sentir hay que atreverse a intuir, sin dudar sin cuestionar, acepta vivir, y nada podrá detener, la rueda de la vida te hace volver, volver a nacer, volver a crecer, volver a creer, volver a creer”.

Le doy la bienvenida a cada amanecer, realizo mi rutina diaria, y así despunta el nuevo día; la música que acompaña mi meditación, el recorrido por mis plantas y su atención, la preparación del café y dedicar tiempo para leer lo que nutre mis emociones y sentimientos del día.

Esto me satisface, pues esa primera mirada por la ventana, la música, las plantas, el café y el libro que me espera son motivos para liberarme del secuestro emocional. Apelo al intelecto, para las actividades que lo requieren, y vuelvo a entregarme a la experiencia esperanzadora de que el día será mejor al de ayer.

El orden y caos son compañías ineludibles, enriquecedoras y estimulantes, que siempre están dispuestas a acompañarme. Preciso decirte que la esperanza no se mide, más bien se vive y mantiene, aunque también se pierde.

Estoy seguro de que esto me conviene, porque la he visto generar frutos en cada persona que se entrega a su proyecto de vida. Además, ahora valido la intuición como una herramienta indispensable para mi quehacer, y la elijo para decidir, leer y escribir cada día, para encontrar la vía regia hacia el encuentro conmigo.

Abono a la paciencia, la cual me ha enseñado a ver diariamente cómo crecen y resurgen mis plantas. Y a veces, cuando veo las cosas que necesito realizar, no me apresuro, simplemente priorizo porque he aprendido a valorar cada detalle que este encierro me tenía guardado.

Así como disfruto el orden y los instantes de felicidad y sosiego, también doy la bienvenida al caos que complementa el aprendizaje sobre mí mismo. Mi quehacer es vivir aquí y ahora, sin desdeñar el pasado o el futuro. Estoy decidido a encontrar lo que cada día me prodigue paz interior que nutra mi ser.

En mi diario vivir extraño las risas, los saludos y abrazos, los encuentros de entrenamientos, las reuniones de café y los amigos. Tengo la dicha de vivir esos momentos como destellos de felicidad, que ahora integro a través de la tecnología, y busco el contacto que abona el sentirme pleno. En resumen, entre más apertura haya a nuestras propias emociones y sentimientos, mayor disposición habrá para comprender lo que les sucede a los demás.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.

Entre más apertura haya a nuestros propias emociones y sentimientos, mayor disposición habrá para comprender lo que les sucede a los demás.
José Ignacio Lovio Arvizu.

Hace tiempo decidí abrir la caja de Pandora, y permití que fluyeran una a una mis emociones guardadas; algunas salieron en orden y otras emergieron desordenadas tropezándose entre sí.

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Experimenté a la vez el orden y el caos, porque sentí con intensidad emociones que no habían fluido; fue una experiencia extraordinaria, de una magnitud tal, que confieso que he sentido. Sí, el manejo de las emociones permite confrontarse, crecer, madurar y expresar con soltura lo que se vive en cada momento, sin que la razón pueda filtrarlas del todo. Como señala Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón ignora".

Este viaje personal hacia el centro enriqueció mi quehacer personal y profesional, descubrió vericuetos que me han brindado una perspectiva nueva de la vida. Agradezco esta oportunidad de aprender, desaprender y volver a aprender del proceso de sentir.

Muchas veces he participado en entrenamientos que me fortalecen como persona al igual que a mi actividad profesional, y continuaré haciéndolo. En ocasiones, en estos eventos encuentro la paz y busco el aislamiento, porque en soledad me ha sido posible integrar lo aprendido.

En esos encuentros he experimentado el orden y el caos, como lo he vivido durante algunos momentos en este confinamiento. No he viajado como lo hacía antes, me quedo en casa y en el encierro he permitido que mi cerebro explore otros caminos que me conducen a lugares inhóspitos e increíbles: orden y caos. He aprendido a darle la bienvenida a cada experiencia, ya que me siento a salvo, y si algo representa una amenaza dejo que fluya para liberarla.

Esto me ayuda para acompañar mejor y escuchar melodías alegres, tristes, nostálgicas, melancólicas y desesperanzadas de quienes buscan cada día mis servicios profesionales.

Les aseguro que cada vez resuenan con mayor claridad esas melodías, y recuerdo la forma en que cada persona se siente, identifica, comprende, acepta y maneja sus emociones y sentimientos.

No he vivido algunas de las experiencias que me han compartido, sin embargo, arriesgarme a explorar mis historias y melodías me ha reforzado el volver a creer en el poder de la emoción.

Lo anterior me recuerda un fragmento de la canción Volver a creer, interpretada por José José, que contiene un par de estrofas alentadoras: “…entrégate a sentir hay que atreverse a intuir, sin dudar sin cuestionar, acepta vivir, y nada podrá detener, la rueda de la vida te hace volver, volver a nacer, volver a crecer, volver a creer, volver a creer”.

Le doy la bienvenida a cada amanecer, realizo mi rutina diaria, y así despunta el nuevo día; la música que acompaña mi meditación, el recorrido por mis plantas y su atención, la preparación del café y dedicar tiempo para leer lo que nutre mis emociones y sentimientos del día.

Esto me satisface, pues esa primera mirada por la ventana, la música, las plantas, el café y el libro que me espera son motivos para liberarme del secuestro emocional. Apelo al intelecto, para las actividades que lo requieren, y vuelvo a entregarme a la experiencia esperanzadora de que el día será mejor al de ayer.

El orden y caos son compañías ineludibles, enriquecedoras y estimulantes, que siempre están dispuestas a acompañarme. Preciso decirte que la esperanza no se mide, más bien se vive y mantiene, aunque también se pierde.

Estoy seguro de que esto me conviene, porque la he visto generar frutos en cada persona que se entrega a su proyecto de vida. Además, ahora valido la intuición como una herramienta indispensable para mi quehacer, y la elijo para decidir, leer y escribir cada día, para encontrar la vía regia hacia el encuentro conmigo.

Abono a la paciencia, la cual me ha enseñado a ver diariamente cómo crecen y resurgen mis plantas. Y a veces, cuando veo las cosas que necesito realizar, no me apresuro, simplemente priorizo porque he aprendido a valorar cada detalle que este encierro me tenía guardado.

Así como disfruto el orden y los instantes de felicidad y sosiego, también doy la bienvenida al caos que complementa el aprendizaje sobre mí mismo. Mi quehacer es vivir aquí y ahora, sin desdeñar el pasado o el futuro. Estoy decidido a encontrar lo que cada día me prodigue paz interior que nutra mi ser.

En mi diario vivir extraño las risas, los saludos y abrazos, los encuentros de entrenamientos, las reuniones de café y los amigos. Tengo la dicha de vivir esos momentos como destellos de felicidad, que ahora integro a través de la tecnología, y busco el contacto que abona el sentirme pleno. En resumen, entre más apertura haya a nuestras propias emociones y sentimientos, mayor disposición habrá para comprender lo que les sucede a los demás.

Buen fin de semana… Quédate en casa y hablemos de Convida-20.